Antropología Física
Descripciones sobre las características físicas de los nativos peninsulares pueden hallarse en las fuentes históricas desde los primeros contactos europeos, pues los primeros exploradores dieron cuenta de ello, así se tienen las de Nicolás de Cardona en 1615, Sebastían Gutiérrez y Esteban Carbonel de Valenzuela en 1632, Diego de Nava en 1634, Alonso González Barriga en 1644, Francisco de Lucenilla en 1668, Eusebio Francisco Kino y Isidro Atondo y Antillón en 1683-1685, Woodes Rogers en 1710 y George Shelvocke en 1721 entre otros.
Posteriormente se encuentran las descripciones hechas por los misioneros e historiadores jesuitas: Juan María de Salvatierra, Miguel del Barco, Juan de Ugarte, Juan Jacobo Baegert, Francisco María Piccolo, Jaime Bravo, Ignacio María Napoli, Miguel Venegas y Francisco Xavier Clavijero entre otros.
Aunque existe controversia en cuanto a cierto detalles como color de piel y tipo de cabello, casi todas las fuentes históricas coinciden en decir que los indios eran de buen porte: altos, robustos, corpulentos, fuertes, membrudos, sanos, con el cabello largo y recogido, las orejas horadadas y andaban desnudos.
Posteriormente, ya dentro de lo que podría llamarse el primer estudio de antropología física: el holándes Herman Frederik Carel Ten Kate en 1884, tras estudiar varios restos esqueléticos procedentes de diversas cuevas del sur de la península concluyó : a) la existencia de una raza indígena cuya característica principal era la dolicocefalía e hypsistenocefalia, b) rasgos que los hacía semejantes a los melanesios y a la población primitiva de Lagoa Santa en Brasil, y c) finalmente que eran de talla más alta que la media (1.65 m). Más tarde en 1905 el geólogo León Diguet realizó un estudio semejante que apoyó lo dicho por Ten Kate.
Posteriormente en 1909 Paul Rivet analizó las muestras de Ten Kate y Diguet confirmando sus resultados e informa de un gran parecido morfológico con la población de Lagoa Santa en Brasil; con estos antecedentes y un amplio estudio etnográfico, este investigador incluyó una nueva forma de poblamiento para América, una migración transoceánica por medio de balsas procedente de la Melanesia.
A pesar de lo atractivo de esta atrevida hipótesis no se volvieron a dar estudio sobre estas poblaciones hasta 1977 cuando el antropólogo físico Arturo Romano Pacheco estudió los restos esqueléticos excavados por William C. Massey en 1947 y da una descripción morfológica del cráneo para ambos sexos. Son de capacidad craneana media, alargados, relativamente altos en relación a su anchura, con frontales anchos y de crestas intermedias y paladares anchos; mientras diferían o eran poco semejantes en la altura relativa del cráneo en relación a su longitud, la curva frontal, el agujero occipital, en el tipo de cara, en las órbitas, la nariz y la prominencia mandíbular. Al comparar sus resultados con otras poblaciones de cráneo alargado (dolicocefalos) concluye que existen diferencias notables que los separan significativamente de las poblaciones continentales. En otro trabajo de ese mismo año Romano también reportó las diferencias existentes en cuanto a las características epigenéticas en cráneo y aunque sus resultados no llegan a ser tan definitivos pues sólo apoyan una separación del sexo masculino, queda en incertidumbre el sexo femenino.
Rose Tyson también en 1977 reportó su estudio osteométrico sobre las características físicas de los pobladores prehispánicos y confirma la peculiar forma del cráneo. En ese mismo año José Antonio Pompa y Padilla realizó un estudio sobre características epigenéticas en dientes y comparó sus resultados con otras poblaciones mundiales: Hawai, California E.U.A., Nueva Guinea, Polinesia, Japón y Esquimales. Concluyó de que no existe una evidencia fundamental que sustente la teoría del origen melanésico de los californios, aunque considera que no puede descartarse una migración proveniente del norte o un posible origen polinésico. Más tarde en 1990 este mismo autor compara sus resultados con una población del Occidente de México (Marismas Nacionales, Nayarit), y dos mesoamericanas (Tlatelolco D.F. y Chichen Itza, Yucatán), concluyó que había una relación directa entre la distancia geográfica y las semejanzas interpoblacionales. Explica que la mayor afinidad con los californios la presentó la muestra de Marismas Nacionales, le siguió la de Tlatelolco y finalmente los de Yucatán.
A partir de 1994 los antropólogos físicos Alfonso Rosales López y Leticia C. Sánchez García empezaron una investigación sobre la morfología craneal de los californios. Para ello utilizaron la técnica multivariada de componentes principales, manejaron una batería de 24 medidas craneométricas. Los datos fueron analizados por sexo y población sin embargo por lo pequeño de la muestra no fue posible determinar diferencias geográficas, lográndose únicamente detectar diferencias por sexo. De cualquier forma fue posible determinar la estructura matemática craneal de los californios y confirmó el alto grado de endoganismo que debió existir en estas poblaciones.
Finalmente aprovechando este estudio, el artista pintor Rafael Davalos hizo la reconstrucción de la morfología de los californios en dos murales que representan la vida de estos indígenas; y posteriormente personal de investigación del Museo de Historia Natural de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, biólogo Luis Alberto Herrera Gil, arqueólogo Fermín Reygadas Dahl y biólogo Francisco Reynoso fabricaron cuatro reconstrucciones antropofísicas, que se encuentran en exhibición en el Museo de las Misiones en el poblado de Loreto, B.C.S. en el Museo del Centro Cultural Tijuana, B.C., y en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
© 2002 Alfonso Rosales López
Centro INAH Baja California Sur